Por MUNEEZA NAQVI | AP – 22/05/11
La habitación es amplia y bien ventilada y sus pisos de cemento, limpios y frescos, todo lo cual brinda un bienvenido respiro pues afuera el sol vespertino es abrasador, pero la sensación de alivio se esfuma en cuanto los ojos perciben el horror que hay en esa sala. Ahí hay 10 menores desnutridos, de los que nueve son niñas. Las niñas en este pabellón de hospital, incluyen a una de 21 meses, cuyos brazos y piernas asemejan varitas delgadas, así como otra, famélica, quien tiene un año y mira con ojos grandes pero extraviados. Sin atención médica urgente, la mayoría no vivirá para celebrar su próximo cumpleaños. Estas menores ponen de manifiesto una realidad desgarradora revelada en el censo más reciente en India: pese a una economía en auge y al crecimiento de grandes ciudades, llenas de autos y centros comerciales lujosos, este país simplemente les ha fallado a sus niñas.
Los primeros resultados del censo muestran que en India hay 914 niñas de menos de seis años por cada 1.000 niños de esa edad. Hace una década, muchos se horrorizaron cuando la proporción cayó a 927 por cada 1.000.
La discriminación se presenta en forma de abortos cuando los padres descubren que el género de sus fetos es femenino, así como a conductas negligentes en la crianza de las niñas pequeñas, pese a años de campañas muy difundidas para atender el problema.
La situación es tan grave que ahora resulta ilegal el que personal médico revele el género de un feto, aunque las evidencias sugieren que esa prohibición suele desobedecerse. «Mi suegra dice que es necesario tener un niño», dijo Sanju, quien sostenía en su regazo a su hija de nueve meses, gravemente desnutrida, en el hospital. La mujer, quien se identifica con un solo nombre, no admite haber privado de comida en forma deliberada a su niña, pero sólo se encoge de hombros cuando se le pregunta por qué la menor está tan enferma. Sanju dice que tratará de tener un hijo varón en uno o dos años. Uno de los motivos por el que los indios prefieren tener varones es el enorme gasto que representa el casar a las hijas. Las familias suelen endeudarse para arreglar matrimonios y pagar dotes. Un niño, en cambio, traerá algún día a casa una esposa y una dote. Además, la costumbre hindú dicta que sólo los hijos varones pueden encender la pira funeraria de sus padres. Sin embargo, no todo se reduce al hecho de que las niñas resultan más caras para las familias pobres. Los datos del censo muestran que los peores casos de maltrato se presentan en Punyab y Haryana, dos estados del norte, relativamente adinerados. En Morena, un distrito en su mayoría rural, en el corazón de India, las cifras son escalofriantes. Este censo mostró que sólo 825 niñas por cada 1.000 niños llegaron a cumplir seis años. Hace una década, la proporción era de 829-1.000. Aunque el aborto se permite en India, el país prohibió revelar el género de los fetos desde 1994, en un intento por evitar que los padres decidan la interrupción del embarazo en forma selectiva con el fin de no tener hijas. Cada varios años, los gobiernos federales y estatales anuncian nuevos incentivos, desde educación hasta alimentos gratuitos, para alentar a que la gente cuide a sus niñas. En Morena, un programa de gobierno del estado de Madhya Pradesh, ofrece a las familias pobres con una o dos hijas unos miles de rupias (cientos de dólares) por cada determinado número de años de educación y más de 100.000 rupias (2.250 dólares) cuando las jóvenes se gradúan de la secundaria.
Aunque un puñado de mujeres indias ha ocupado algunos de los cargos más prominentes en la política y las empresas —desde la ex primera ministra Indira Gandhi hasta la directora general de Pepsi, Indra Nooyi_, prevalece una preferencia cultural muy arraigada por los hijos varones. Incluso el gobierno aceptó recientemente que ha fracasado en la tarea de salvar a millones de niñas pequeñas. «Ninguna de las medidas que se han implementado durante los últimos 40 años ha tenido impacto alguno», reconoció el secretario del Interior, G.K. Pillai, el mes pasado, cuando anunció las cifras del censo.
En las viviendas, aldeas, escuelas y hospitales de Morena están algunas de las respuestas sobre por qué sigue reduciéndose la proporción de niñas en el país. Dentro del pabellón de maternidad del hospital del distrito, una anciana camina llevando en brazos a una recién nacida, envuelta en un trapo sucio. El malestar de la mujer es evidente, como si hubiera recibido un regalo no deseado. Su nuera dio a luz recién a su sexta hija en 12 años de matrimonio. ¿Acaso la nuera buscará un nuevo embarazo? «Todos quieren niños varones. Un niño cuida de ti cuando eres anciano», dijo Munni. Como suegra, Munni tiene probablemente un control enorme sobre la esposa de su hijo, influyendo en asuntos como cuántos hijos tiene, e incluso presionándola para que tenga un varón.
De acuerdo con el documento «World Factbook» de la CIA, Estados Unidos tiene una proporción de 955 niñas por cada 1.000 niños. En China, donde las familias que prefieren tener un varón recurren a veces al aborto para no tener niñas —sólo pueden tener un descendiente_, la relación es de 885-1.000. R.C. Bandil, jefe del hospital de distrito, dijo que su instalación acata cabalmente la ley contra el uso de sonogramas para revelar el género de un feto y añade que la proporción de nacimientos ahí es de incluso 940 o 945 niñas por cada 1.000 niños. Bandil añadió sin embargo que, en cuanto a las edades de hasta 6 años, la proporción cayó a 825 niñas por cada 1.000 niños. Una de las razones de esa caída es perceptible en el pabellón de desnutridos. «Las mujeres lloran cuando tienen niñas», dice la enfermera Lalitha Gujar, mientras esparce coco rallado, maní y ajonjolí en tazones de leche fortificada, para nutrir a las pequeñas. Las nueve madres de las infantes enfermas dicen que quieren tener varones, para que las cuiden cuando envejezcan, porque sus cuñadas tienen más hijos, porque sus suegras exigen más hombres en la familia. «Si una mujer tiene un varón, se le cuidará durante un mes. Si tiene una niña, estará de vuelta en los cultivos en tres días», dijo Sudha Misra, trabajadora social de la región.
Una madre exhausta, pobre, desnutrida y estigmatizada por tener una hija, tiende a hacer que la menor sufra eso mismo, señalan los trabajadores sociales.
Para un infante, ese maltrato puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. «Una niña desnutrida enfermará y correrá mucho riesgo de muerte», dijo Bandil. Los varones tienen prioridad. «El primero en sentarse y comer es el marido, luego los hermanos varones y al final las niñas, que se alimentarán con lo que sobre», dijo Bandil. «Si hay dos mangos en la casa, el primero en comer será el niño». Para los más pobres, las presiones de tener hijos varones derivan en maltrato contra la niña y la madre. Y ni siquiera las mujeres ricas son inmunes a este maltrato si no pueden tener varones. Para quienes tienen dinero, la «solución» suele alcanzarse al localizar a un radiólogo, quien por cierta cantidad de dinero estará dispuesto a violar la ley y a revelar el sexo del feto. Otras personas adineradas pueden viajar al extranjero para realizarse esos análisis. Un estudio efectuado en 2007 por el grupo defensor de derechos ActionAid India encontró que las proporciones de género eran más desequilibradas en las zonas rurales y que los abortos selectivos resultaban más comunes entre gente adinerada y de castas superiores, que podía encontrar formas asequibles de conocer el género de un feto.
La ley no basta para revertir las conductas de «una sociedad que valora más a los niños que a las niñas», consideró Ravinder Kaur, profesora de sociología en el Instituto de Tecnología de India, en Nueva Delhi. «Las leyes son buenas porque disuaden», añadió Kaur, pero los abortos selectivos continúan en forma clandestina, porque «la gente encuentra formas de eludir la ley».