¡Preparándonos para lo inesperado, apoyando a los vulnerables!
El impacto significativo de los eventos desastrosos, ya sean locales (terremotos, inundaciones, guerras, clima extremo) o globales (la pandemia de COVID-19), afecta el funcionamiento y las condiciones de vida de la comunidad en su conjunto, lo que por definición resulta en uno o más de las siguientes consecuencias: pérdidas e impactos humanos, materiales, económicos y ambientales. [1] Los afectados por enfermedades crónicas, de los cuales los pacientes renales representan más de 850 millones de personas en todo el mundo, se ven particularmente afectados por estas interrupciones, ya que la capacidad de acceder a servicios de diagnóstico, tratamientos y atención adecuados se ve gravemente comprometida.
Se sabe que las enfermedades no transmisibles (ENT), que incluyen las enfermedades cardiovasculares, la diabetes, el cáncer, la hipertensión, las enfermedades pulmonares crónicas y las enfermedades renales crónicas (ERC), son las principales causas de muerte y discapacidad en todo el mundo, de manera significativa en los países de bajos ingresos y países de ingresos medios. En el caso de emergencias, esta cohorte de la comunidad se encuentra entre las más vulnerables de la población debido a sus necesidades constantes de atención coordinada de manera consistente, atención que a menudo dura toda la vida y que implica un tratamiento continuo complejo.
En los últimos años, la pandemia de COVID-19 ha brindado un claro ejemplo de los desafíos que enfrentan los sistemas de atención de la salud para brindar servicios de salud esenciales a los pacientes con ENT. El impacto de la COVID-19 en el sistema de salud ha supuesto una carga adicional para esta población vulnerable, que ha tenido que afrontar el riesgo de infectarse durante las visitas a los establecimientos de salud, o incluso la suspensión o cancelación de la atención no relacionada con la COVID-19 debido a a los límites de capacidad de los servicios de salud y a las políticas de confinamiento. Los servicios de salud han tenido dificultades para brindar acceso a la incidencia constante de nuevos casos de ENT que necesitan diagnóstico, manejo y atención. Sin cura o tratamiento real para prevenir la progresión de la ERC,
Finalmente, la pandemia de COVID-19 ha agravado un compromiso político mundial de salud sobre las ENT que ya era insuficiente. Con demasiada frecuencia, las ENT se perciben incorrectamente como debidas a malas elecciones de estilo de vida, con déficits de políticas agravados por la asignación de fondos de salud pública insuficientes que se centran en el manejo en lugar de la prevención, y de solo unas pocas de las ENT reconocidas: enfermedades cardiovasculares, cáncer, diabetes y enfermedad respiratoria crónica. Sin embargo, se estima que el 55 % de la carga global de ENT se atribuye a enfermedades fuera de este grupo, como la enfermedad renal. Además, la carga de estas cuatro ENT más favorecidas se amplifica en presencia de enfermedad renal, que con frecuencia coexiste.
Por lo tanto, la preparación para eventos inesperados es increíblemente importante para los pacientes renales.
- Los formuladores de políticas deben adoptar estrategias de salud integradas que prioricen la prevención, la detección temprana y el manejo de las ENT, incluida la enfermedad renal.
- Los servicios de atención de la salud deben proporcionar un acceso equitativo y adecuado a la atención de los pacientes crónicos en tiempos de emergencia.
- Los gobiernos deben incluir planes de preparación para emergencias en el manejo y detección de ENT y favorecer la prevención de estas condiciones.
- Los pacientes deben planificar las emergencias preparando un kit de emergencia que incluya alimentos, agua, suministros médicos y registros médicos.